lunes, 1 de octubre de 2012

El sexto “Ay”.

“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque soy hombre inmundo… y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” Isaías 6:5-8   


En el capítulo cinco del libro del profeta Isaías encontramos seis “Ayes” o exclamaciones de juicio sobre el pueblo de Dios, pero faltaba el séptimo y principal. El primer Ay es para aquellos acumuladores de bienes raíces. Materialismo ambicioso, v.8 El segundo es para los “parranderos”, una vida sensual y libertina, v.11. El siguiente, en el verso 18, está dirigido a los que desafían a Dios y viven como si Él durmiera ante su iniquidad. El verso 20 es una gráfica del relativismo moral que hoy nos envuelve, y como ves no es nuevo. (Te recomiendo que lo leas) El quinto Ay está dirigido a la supuesta llamada ciencia, v.21, y  el sexto en el verso 22, a los bebedores, que nunca faltan. A esos que se envalentonan con unos tragos pero en el fondo son completos cobardes. Pero llegamos al capítulo seis y el profeta es trasportado en espíritu a un lugar en el cielo que le cambiaría radicalmente su vida. Era un año difícil para Isaías, había muerto su gran amigo y rey, Uzías. Pero aunque había caos en la tierra Dios manifiesta su soberanía en el cielo: “Estaba el Señor sentado en su trono”. El clima de santidad extrema que rodeaba la escena despertó en el profeta conciencia de pecado, de muerte, y  de labios inmundos, y exclama un Ay que todos debemos aprender a exclamar: “Ay de mí que soy hombre muerto.” Como si Dios torciera el dedo acusador de Isaías y se lo apuntara a Él mismo para decirle: Y tú ¿Qué?... Nadie está limpio ante mi trono. Sólo allí, en confesión sincera, en arrepentimiento de alma y reconocimiento de mi pecado es que estoy listo para ser usado por Dios. “Después de esto oí la voz que decía: ¿Quién irá? y respondí: Heme aquí, envíame a mí”. Convicción, confesión y comisión. Deja de juzgar a los demás y mírate frente al espejo de su gloriosa santidad.

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