El principio de tratar a cada persona, como
quiero que ella me trate, es vital en toda relación humana de la vida.
Dice Covey: “Se puede comprar el trabajo de una persona, pero no se
puede comprar su corazón. En el corazón están su lealtad y su
entusiasmo. Tampoco se puede comprar el cerebro. Allí están su
creatividad, su ingenio, sus recursos intelectuales. Hay que tratar al
empleado como voluntario, tan voluntario como el cliente. Aportan
voluntariamente sus mejores dotes: el corazón y la mente”.
Esta es la llave: “Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá”.
Pidamos con fe y certeza que Dios contestará el pedido. Seamos
prudentes para edificar en Cristo, la roca eterna, ya que ancho es el
camino de la perdición, y angosta la salvación. Jesús fue admirado por
su autoridad, vivía lo que predicaba.
Jesús sanó por amor: al leproso, al siervo del Centurión, la suegra de
Pedro y muchos enfermos. Él no tuvo donde recostar su cabeza, pero
sirvió a los oprimidos, calmó el mar y sanó a los endemoniados
Gadarenos. Mateo 8 “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas,
anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y
toda dolencia” (Mateo 9:35)
Recordemos que Jesús era 100% humano y 100% Dios, a él le estaban sujetos el hombre, la naturaleza y aún los demonios. Por eso él sanó a todos, y expulsó los demonios; calmó la tormenta y a una niña revivió.
El Señor llamó a Mateo, un publicano judío que cobraba impuesto.
Revivió a la hija de Jairo, sanó a la mujer con flujo de sangre, un
mudo habló, y Él desafió a la obra misionera orando por obreros en la
cosecha. Ore y sirva.
Es vital que la Iglesia sea misionera. ¿Testifica de Jesús a los conocidos?