Una de las primeras bodas que oficié en mi juventud como pastor tenía
todas las promesas que uno pudiera esperar en un matrimonio. Ambos
tenían sus veinte y tantos años, ambos eran creyentes; él estudiaba
medicina y ella era enfermera. Debería haber sido un matrimonio modelo,
lleno de paz y alegría. Los conflictos vendrían, por supuesto, pero una
esperanza duradera los llevaría a superar los días oscuros.
Sin embargo, cuando volví a ver a la mujer como ocho años después,
parecía que había envejecido como veinte años. Describió una tragedia en
espiral descendente de drogas, adulterio, amargura y separación. Ya
mucho tiempo atrás había desaparecido la paz y alegría originales. Esa
alma fatigada había perdido lo único que pudiera haber rescatado su
matrimonio del nivel más bajo de la desdicha matrimonial: ella había perdido la esperanza.
¿Qué tal usted? ¿Cómo calificaría su propio nivel de alegría en la
vida cristiana? ¿Se ha dejado ganar por la depresión? ¿Se ha enfriado el
fuego original de conocer a Cristo, reduciéndose a una indiferencia al
rescoldo? ¿Acaso las tribulaciones de la vida diaria le han quitado la
esperanza? Los pastores en la actualidad constantemente hablan con
creyentes que luchan con la depresión, matrimonios rotos, ansiedad,
cólera y falta de dominio propio. No pueden sino preguntarse: “¿En dónde
está la vida en abundancia que Cristo prometió en Juan 10:10?”
Esperanza Incuestionable
En Romanos 5:1-11 Pablo nos lleva del altar del matrimonio de nuestra
fe cristiana a una nueva relación con Jesucristo: una relación personal
de paz, gozo y esperanza. Este pasaje revela cómo se puede lograr el
gozo duradero en la vida cristiana incluso en medio de las pruebas y
luchas. Mírelo conmigo.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe
a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1-2).
La justificación que Pablo describe es lo que ocurrió el momento en
que uno puso su fe sólo en Cristo para el perdón de sus pecados y la
vida nueva (Romanos 5:5-11). Para mí eso sucedió en la década de los 40.
Para algunos tal vez haya sido la década de los 60, o de los 80, o tal
vez más recientemente. Si usted es creyente, es el momento en que usted
le dijo que sí a Jesucristo para que sea su Señor, usted llega a ser un
miembro de su familia, la iglesia, dedicado a Él para siempre. En el
mismo párrafo Pablo también describe los efectos presentes de este
acontecimiento pasado: tenemos paz (5:1), al presente estamos en gracia (5:2), y nos gloriamos en la esperanza.
Cuando alguien utiliza la palabra esperar, por lo general
piensa del futuro: “Espero que las cosas mejoren”; “Espero conseguir un
nuevo trabajo”; “Espero no enfermarme.” La mayoría de las veces estas
esperanzas no son sino ilusiones basadas en los deseos personales. Tales
esperanzas pueden fácilmente ser destrozadas cuando la realidad irrumpe
como toro furioso. Las pruebas nos caen encima. Las desilusiones nos
llegan; e inevitablemente el gozo languidece.
Pero en Romanos 5 Pablo insta a los creyentes no sólo a mirar hacia
atrás a su justificación pasada, sino también a mirar hacia adelante,
más allá de sus pruebas y adversidades inmediatas. Él escribe: “Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos
de la ira” (5:9). No se pierda el tiempo del verbo: “seremos.”
Eso es futuro. Eso es esperanza. Y debido a que sabemos que pasaremos la
eternidad en el cielo, podemos enfrentar toda adversidad terrenal;
incluso la muerte misma (8:35-39). ¡Eso es esperanza incuestionable!
¿Tiene usted esa clase de esperanza hoy? Si no, ¿por qué no?
Esperanza Insaciable
¿Cómo podemos tener una esperanza insaciable que soporta incluso los
peores ataques de la desesperanza? Nos regocijamos en ellas. Pablo
señala tres niveles de regocijo: nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (Romanos 5:2), nos gloriamos en las tribulaciones (5:3), y nos gloriamos en Dios (5:11). Noten que no nos regocijamos debido a las tribulaciones. Nos regocijamos en medio de ellas. Nos regocijamos a pesar de
ellas, porque sabemos que “la tribulación produce paciencia; y la
paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza”
(5:3-5). Piénselo de esta manera: Usted es el proyecto personal que
Dios para el desarrollo del carácter. Eso quiere decir que usted puede
regocijarse incluso más debido a que Dios nunca abandona su proyecto
(Filipenses 1:6). Dios siempre tiene su mirada sobre usted, cultivando
su carácter e incluso en las tribulaciones.
¿Está sintiéndose como si el fruto del Espíritu se ha secado debido
al intenso calor de las pruebas? La respuesta de Pablo es clara: Cuando
vienen las tribulaciones, debemos recordar que estas pruebas tienen como
propósito un fin magnífico. He leído que el camino a mi destino
glorioso está lleno de piedras sueltas y baches, y cada sacudón en el
camino me recuerda que estoy en el camino correcto. Pero nunca debo
olvidar que Dios me acompaña en el recorrido. Su reputación como Padre
amante está en juego. No siempre sabemos a dónde vamos, pero Él sí lo sabe.
Con la justificación pasada como lugar en donde pararse, y su
esperanza futura como combustible, usted puede emprender el recorrido
presente por las pruebas y si tribulaciones sin perder su gozo y paz.
¡Sí, eso es posible! Su esperanza conduce a perseverancia, lo que
desarrolla su carácter, y eso lleva a mayor esperanza (Romanos 5:4). Y
esto no es castillos en el aire.
Es esperanza insaciable.
daptado de Charles R. Swindoll, “Unquenchable Hope,” Insights (marzo 2006): 1-2. Copyright © 2006, Charles R. Swindoll, Inc. Reservados todos los derechos mundialmente.
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