“A cualquiera que pronuncie alguna palabra
contra el Hijo del hombre se le perdonará, pero el que hable contra el
Espíritu Santo no tendrá perdón ni en este mundo ni en el venidero”
(Mateo 12:32)
La calumnia es una acusación falsa, hecha maliciosamente para causar
daño. El Señor Jesucristo fue acusado con malicia por los
fariseos de sanar a nombre de Beelzebú o Satanás. Esta calumnia es la
blasfemia contra el Espíritu Santo, que no tiene perdón.
El Señor Jesucristo sanó a un endemoniado, que pudo ver y hablar. La
gente lo admiró; pero los fariseos dijeron que expulsa los demonios por
medió del diablo. El Señor les reprendió diciendo, que la persona que
hable en contra del Espíritu Santo, no tiene perdón. Eso es la
blasfemia, atribuir las obras de Dios, al maligno, y eso no tiene
perdón divino.
Jesucristo, rompió el prejuicio de la gente legalista, pues, preferían
guardar el Sábado y desatar un asno, antes que ver una persona sanada.
Hoy el sectario es un fanático hipócrita que no le importa si su adepto
y feligrés se muere, con tal que siga la ley; hay misiones y religiones
tan legalistas que se sujetan a su norma humana, antes que a la Palabra
de Dios.
El Señor Jesucristo fue un excelente comunicador, supo enseñar con el
poder del ejemplo, narró parábolas o relatos y dejar una lección clave.
La parábola del agricultor que sembró en cuatro lugares: el camino, en
las piedras, entre espinos y en buena tierra. Los tres primeros lugares
representan, la mala siembra, en corazones no arrepentidos y sin raíz;
y el de buena tierra es “el que oye la palabra, la entiende y da fruto”.
Las parábolas son comparaciones con el reino de los cielos. La cizaña,
la mostaza, la levadura, el tesoro, la perla, la red y los odres;
mensajes cortos, comprensibles con aplicaciones espirituales. El Señor
fue digno de admiración por la gente; pero no de sus medio
hermanos(as), incrédulos; por eso el Señor dijo que “No hay
profeta en su propia tierra”.
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